miércoles, 27 de marzo de 2013

I. INTRODUCCIÓN: CANÁ Y EL TEMPLO.



El compromiso con Jesús, que constituye el núcleo del bautismo, supone una ruptura con la escala de valores propia de la sociedad injusta y explotadora, ruptura inspirada por el amor a la humanidad. Incluye además la adhesión a Jesús como persona y como encargado de una misión. Este cambio de lealtad y de orientación en la vida, confirmado y potenciado por la comunicación del Espíritu, puede llamarse un nuevo comienzo, que Juan expresa bajo el símbolo del «nacer de nuevo». 

La misión que Jesús se propone llevar a cabo es hacer posible una nueva sociedad humana, una sociedad alternativa, la que en términos teológico s se llama «el reino de Dios». En los ambientes judíos se pensaba que sería el Mesías, el Ungido por Dios, quien debía realizar esa empresa. Se concebía ordinariamente como la restauración de la monarquía davídica, que conllevaría la derrota y sumisión de los paganos y el imperio universal de Israel. 

El pasaje de Juan que queremos comentar para penetrar el sentido del nuevo nacimiento está precedido de otros dos episodios que presentan los supuestos de la nueva realidad. El primero es el de la boda de Caná (2,1-11); el segundo, el de la manifestación mesiánica de Jesús y la denuncia del templo (2,13-22) (1). 

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(1). Conferencia pronunciada en la Cátedra de Teología Contemporánea, Colegio Mayor Chaminade (Madrid), en enero de 1987.
1 Para la exégesis aquí propuesta, véase]' Mateos-]. Barreto, El Euangelio de Juan. Análisis lingüístico y comentario exegético, 2ª edición., Madrid 1982.

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