jueves, 28 de marzo de 2013

III. PERSONALIZACIÓN Y COMPROMISO DE VIDA. El manantial interior.



La metáfora del nuevo nacimiento ha mostrado la ruptura del hombre con un pasado o, mejor, de modo positivo, la potenciación del hombre, la nueva posibilidad que se le abre. Ha hecho ver que la plena creación o personalización del hombre solo se verifica cuando éste, gracias a su opción previa por la vida y el amor a todos, adquiere la nueva capacidad de amar que llamamos Espíritu. También, que solamente con hombres que se han colocado en este nivel puede construirse la sociedad humana alternativa según el proyecto de Dios. La nueva, actitud de amor no está vinculada a un pueblo o círculo ni está limitada por ellos; es universal y derriba las fronteras entre los hombres. Da libertad al hombre, sacándolo del determinismo de la sociedad y de la cultura propias. Hombres así se salen de las categorías habituales y no son entendidos por los que viven en la esfera de «la carne». 

Hay otros pasajes en el evangelio de Juan que completan esta visión del hombre nuevo, movido por el Espíritu/amor. Uno de ellos es el episodio de la samaritana (Jn 4,5-26). 

En, este episodio aparece una mujer, representante de la Samaría heterodoxa y despreciada por los judíos, que va a buscar agua en el pozo de Jacob. En la tradición judía el pozo se había convertido en una figura de la Ley, que proporcionaba agua/vida. Jesús ofrece a aquella mujer un agua diferente, el agua viva/vivificante, símbolo del Espíritu. Se tiene de nuevo la oposición Ley-Espíritu, que viene subrayándose desde el principio del evangelio (cf 1,17). 

He aquí las palabras de Jesús a la mujer (]n 4,13s): Todo el que bebe agua de ésta volverá a tener sed, en cambio, el que haya bebido del agua que yo voy a darle, nunca más tendrá sed, no, el agua que yo voy a darle se le convertirá dentro en un manantial con agua que salta dando vida definitiva. 

Jesús muestra en primer lugar la insuficiencia del agua/ Ley; es un agua que nunca quita definitivamente la sed. Se trasluce en estas palabras el rechazo de Jesús a la sabiduría basada en la Ley, tal como se expresa en Eclo 24,21-23: «El que me come tendrá más hambre, el que me bebe tendrá más sed; el que me escucha no fracasará, el que me pone en práctica no pecará. Todo esto es el libro de la Alianza del Altísimo, la Ley que nos dio Moisés como herencia para la comunidad de Jacob». 

Jesús ofrece a todos su agua, según el texto de Is 55,1: «¡Oíd, sedientos todos!, acudid por agua, también los que no tenéis dinero». Pero, a diferencia de la otra agua, bastará beber una vez para que la sed se calme para siempre, porque el Espíritu quedará interiorizado en el hombre, como explica a continuación. Este acto único del beber corresponde a la opción libre del hombre y al nuevo nacimiento, que da la nueva vida. El esfuerzo no se pondrá en adquirir una sabiduría interior ni una lenta perfección propia según la Ley, sino en la tarea del amor a los otros.

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